ANÁLISIS REVELAN NUEVOS DATOS SOBRE LOS SACRIFICADOS EN TENOCHTITLÁN

Hace exactamente diez años el Programa de Arqueología Urbana (PAU) del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) descubrió, en las profundidades del Centro Histórico de la capital mexicana, uno de los hallazgos más macabros y reveladores de la cultura mexica: el Huei Tzompantli de Tenochtitlán, una monumental estructura compuesta por cráneos humanos que hoy sigue siendo objeto de investigaciones sin precedentes, centradas en descifrar la identidad de quienes formaron parte de este ritual. (foto ilustrativa)
Aunque las excavaciones en el predio de la calle Guatemala No. 24 concluyeron hace tiempo, el trabajo de gabinete continúa a través de análisis de antropología física y otras disciplinas científicas. Una muestra de 214 cráneos, previamente limpiados, estabilizados y restaurados, está siendo examinada en la ceramoteca del Museo del Templo Mayor (MTM), bajo la supervisión de expertos del INAH y con apoyo de laboratorios especializados de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH).
Dos proyectos paralelos buscan desentrañar los misterios que aún guardan estos restos. El primero consiste en el análisis de isótopos estables de Carbono (C), Oxígeno (O) y Estroncio (Sr), presentes en los primeros molares de los cráneos que conservan estas piezas dentales. Estos elementos son absorbidos por el cuerpo a través de la alimentación y el agua, quedando registrados en huesos y dientes. Como el primer molar se forma en los primeros seis años de vida, podemos determinar el lugar de origen de estos individuos, explica el antropólogo físico Jorge Gómez-Valdés, coordinador del equipo de investigación.
Las muestras de 83 cráneos ya fueron enviadas a la Universidad de Georgia, en Estados Unidos, para su estudio, financiado por la Secretaría de Cultura. Los resultados, cuya tutela permanecerá en manos del Proyecto Huei Tzompantli, podrían revelar la procedencia geográfica de las víctimas, si fueron devorados también y su cronología dentro del periodo mexica.
El segundo proyecto, aún más ambicioso, se centra en el análisis de ADN antiguo. Las muestras óseas serán procesadas en el Laboratorio de Genética de la ENAH y posteriormente enviadas al Instituto Max Planck (IMP) en Alemania, especializado en paleogenómica. El convenio entre el INAH y el IMP permitirá contar con la participación del bioquímico mexicano Rodrigo Barquera, egresado de la ENAH, quien colaborará junto con el antropólogo físico Víctor Acuña.
Una estructura única en el mundo
Mientras los análisis avanzan, la estructura original del tzompantli, compuesta por cráneos ensamblados, sigue bajo vigilancia. Especialistas en conservación del MTM y antropólogos físicos monitorean su estado para evitar deterioros y planear su preservación a largo plazo.
Abordar esta estructura fue una tarea titánica, reconocen Raúl Barrera Rodríguez, director del PAU, y Lorena Vázquez Vallín, jefa de campo del proyecto. A diferencia de osarios europeos, donde los cráneos decoran muros, en el Huei Tzompantli son parte integral del sistema constructivo. El equipo comenzó retirando alrededor de 11,000 fragmentos desprendidos antes de estudiar los cráneos completos.
De los 214 cráneos analizados hasta ahora, se ha determinado que el 46.3% perteneció a individuos masculinos, el 37.4% a femeninos, y el resto no ha podido ser identificado debido a que están incompletos o porque corresponden a infantes. Los estudios genéticos podrían precisar estos datos.
Interrogantes sin resolver
Uno de los enigmas que persisten es cómo se mantenían unidas las mandíbulas a los cráneos en la estructura, dado que los tejidos blandos eran removidos durante su preparación ritual. Además, los cráneos infantiles no presentan perforaciones en los parietales, probablemente porque un tratamiento similar los habría destruido.
Para los investigadores, el Huei Tzompantli no solo era un símbolo de poder, sino un espacio sagrado que requería de especialistas para su mantenimiento. La preservación excepcional de los cráneos, sin alteraciones por fauna o factores ambientales, sugiere que los mexicas cuidaban meticulosamente este edificio, afirma Gómez-Valdés.
A diez años de su descubrimiento, el Huei Tzompantli sigue revelando lentamente sus secretos, confirmando que, en el corazón de la Ciudad de México, yace una de las páginas más oscuras y fascinantes del imperio que dominó Mesoamérica.
FUENTES
Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) de México