AKAD LA CAPITAL DEL PRIMER IMPERIO DE LA HISTORIA TODAVÍA NO HA SIDO ENCONTRADA

La ciudad de Acad fue el centro neurálgico del primer gran imperio de la humanidad, la capital que, hace más de 4.300 años, unió bajo un solo mandato las tierras de Mesopotamia. Sin embargo, hoy su ubicación todavía es un enigma para los arqueólogos, lo que la convierte probablemente en el Santo Grial de la arqueología mesopotámica.
Acad (también escrita Agadé, Akkad o Akkade) no fue una fundación caprichosa. Sabemos por una antigua inscripción que la ciudad ya existía y era lo suficientemente importante como para ser saqueada poco antes de que Sargón el Grande la elevara a la categoría de capital.
Un rey de Uruk llamado En-shaku-shanna, alrededor del año 2350 a.C., nombró uno de sus años de reinado como El año en que En-shaku-shanna derrotó a Akkad. Esto desmiente la creencia antigua de que Sargón la fundó, por el contrario la conquistó y, visionario, supo ver su potencial.
Sargón, que comenzó su carrera como un alto funcionario –»copero»– del rey de la ciudad de Kish, derrocó a su señor y emprendió una campaña militar sin precedentes. Derrotó a Lugal-zagesi de Uruk, que dominaba el sur de Mesopotamia, y unificó un vasto territorio bajo un gobierno centralizado.
En lugar de elegir una de las antiguas y venerables ciudades sumerias como Ur o Uruk, estableció su capital en Acad. Esta decisión fue crucial: al ser una ciudad sin las pesadas tradiciones de los viejos estados ciudad sumerios, se convirtió en el símbolo perfecto de su nuevo y revolucionario proyecto de Estado unificado.
Desde allí, Sargón y sus sucesores gobernaron un imperio que se extendía desde el Golfo Pérsico hasta el Mediterráneo. Las inscripciones de la época glorifican su esplendor. Su nieto, Manishtushu, dejó escrito: Manishtushu, rey del mundo: cuando conquistó Anshan y Shirihum, hizo… que barcos cruzaran el Mar Inferior (el Golfo Pérsico)… Extrajo la piedra negra de las montañas al otro lado del Mar Inferior, la cargó en barcos y los amarró en el muelle de Agade.
Acad no era solo el centro político; era el puerto comercial de un imperio, aunque estuviera a cientos de kilómetros del mar, un testimonio de la ingeniería y la ambición de sus gobernantes.
También era un centro espiritual. Su diosa principal era Ishtar, pero no la Ishtar del amor y la fertilidad, sino una faceta guerrera: Ishtar-Annunitum o Ishtar-Ulmašītum, Ishtar la Belicosa. A su lado se veneraba a su consorte, el dios Ilaba. El culto a estas deidades era tan significativo que siglos después, durante el período del renacimiento sumerio de la Tercera Dinastía de Ur, la ciudad seguía siendo mencionada como un importante centro religioso, a menudo con el nombre de «Dur-DA-ga-de» (La Fortaleza de Agade).
La divinidad del poder acadio llegó a tal punto que el propio rey Naram-Sin, el nieto de Sargón, fue deificado en vida. La inscripción de la Estatua de Bassetki, encontrada en el norte de Irak, relata cómo, tras sofocar una gran revuelta que amenazaba los cimientos de la ciudad, los agradecidos ciudadanos de Acad pidieron a los grandes dioses de Mesopotamia que Naram-Sin se convirtiera en el dios de su ciudad. Y construyeron dentro de Agade un templo dedicado a él. Otras inscripciones conmemoran la construcción de las murallas de la ciudad y del templo de Ishtar.
Tras la muerte de Sharkali-sharri, hijo de Naram-Sin, alrededor del 2200 a.C., el imperio se sumió en el caos. Luchas internas y la invasión de un pueblo de los montes Zagros, los guti, acabaron con la dinastía acadia. Pero la ciudad de Acad sobrevivió.
Su rastro persiste en los textos históricos durante más de un milenio. Sabemos que siglos después, alrededor del 1800 a.C., los reyes de la ciudad de Eshnunna realizaban actividades de culto en Acad. Documentos de la ciudad de Mari detallan cómo el ambicioso rey amorreo Shamshi-Adad I viajó a Rapiqum y Akkad durante una campaña militar. Un texto incluso narra la historia de una cantante llamada Hussutum que fue reconocida y capturada en la plaza pública de Acad, lo que sugiere que la ciudad seguía siendo un lugar vibrante y conocido.
La mención más famosa para el público moderno se encuentra en la Biblia. Génesis 10:10, en la lista de las ciudades del reino del legendario Nimrod, dice: El principio de su reino fue Babel, Erek, Akkad y Calne, en la tierra de Sinar.
Incluso en el siglo VII a.C., Acad seguía en el radar del mundo mesopotámico. El emperador asirio Esarhaddon (681-669 a.C.) nombró a un funcionario, Màr-Issâr, para que se encargara de la ciudad. Las cartas de Màr-Issâr a su rey son fascinantes: informa sobre eclipses lunares observados en Acad, sobre el macabro ritual de un «rey sustituto» que fue enterrado en la ciudad, y hasta se queja de que sus mensajeros tienen problemas para llevar su correo hasta Nínive, la capital asiria. Esarhaddon incluso reportó haber devuelto a Acad los dioses (estatuas de culto) de la ciudad que habían sido robados por los elamitas.
El último destello de Acad en la historia lo da el propio Ciro el Grande de Persia, quien tras conquistar Babilonia en el 539 a.C., enumeró en una inscripción las ciudades de su vasto imperio, incluyendo entre ellas a Agadé. (LBV)