LA CIENCIA Y TECNOLOGÍA COMO MOTOR DEL DESARROLLO

Nota de opinión de Sergio Capozzi (*): Tras la propuesta de uno de los candidatos a presidente acerca de cerrar el CONICET, es indispensable explicar porqué sería temeraria esta idea.
El Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas fue creado hace más de sesenta años para impulsar la investigación en diversas áreas del conocimiento. A través suyo se han financiado proyectos y becas, capacitado alumnos de posgrado, mantenido redes de investigación en campos tan diversos como biología, química, física, ciencias sociales y humanidades, no limitándose al ámbito nacional sino interactuando con institutos y universidades de todo el mundo.
El CONICET ha financiado investigaciones paleontológicas, ha desarrollado vacunas, alberga y gerencia observatorios astronómicos de renombre mundial que contribuyeron a detectar exoplanetas. Sus trabajos sobre biología y ecología han ayudado a comprender y conservar ecosistemas únicos en el país y en la ciencia de los materiales ha desarrollado investigaciones relacionadas con la nanotecnología. Sería imposible sintetizar en estas pocas líneas seis décadas de trabajo de miles de investigadores.
Entre algunos nombres destacados vinculados con la institución, se encuentran dos premios Nóbel, César Milstein, en Medicina (1984) y Luis Federico Leloir en Química (1970), Susana López Charreton experta en biología molecular que ha contribuido al entendimiento de procesos celulares relacionados con enfermedades como el cáncer, Raquel Chan con sus estudios sobre la resistencia del trigo a las sequías o Fernando Polack quien tomó notoriedad en medio de la pandemia de Covid 19.
La declaración de Milei desestima que la investigación científica es la llave para que Argentina deje de ser un país empobrecido y logre generar una matriz con valor agregado, sobre todo en las exportaciones.
Cabe acotar que en 2020, el ranking de participación porcentual de la inversión en ciencia y técnica financiado por el sector público respecto del PBI de la de la Argentina fue de 0,31 por ciento, muy lejos de los países desarrollados o en vías de serlo, mientras el ex ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación, Lino Barañao, aseguró que la investigación desarrollada en el sistema científico recibió un total de 8.100 millones de dólares llegado el 2019.
Por supuesto que nos debemos preguntar qué nivel de efectividad práctica tienen hoy los recursos empleados frente a las necesidades del país, cuando en verdad, miles de proyectos parecen no haber logrado ese estándar frente al requerimiento de la sociedad. La respuesta puede ser la falta de direccionamiento que el Estado debe darle a los proyectos. Pero también hay otra realidad.
Mirando al CONICET por dentro, no podemos dejar de observar que hasta no hace mucho, recibía un ingreso por patente entre 2 y 5 por ciento, mientras que el investigador se quedaba con la mitad de ese ingreso.
Así, se armaba una empresa de base tecnológica donde el investigador se quedaba con un porcentaje de la empresa creada generando un valor por su trabajo. El año pasado, se cambió el formato, y hoy los investigadores se están yendo porque el CONICET se queda con la empresa, mientras que el investigador tras hacer todo el trabajo y se lo tiene que entregar a un Estado incapaz de gerenciar.
Por eso, cuando hablamos de impulsar leyes que aporten a la generación de empresas de Participación Pública Privada, nos referimos a un Estado que recibiendo regalías, aporte al desarrollo intelectual y nacional, mientras el privado ejecuta, respetando los derechos de autor del investigador.
¿Por qué? Porque el Privado busca resultados inmediatos y eficientes, no quiere o no puede invertir tiempo y dinero en proyectos que terminen en fracasos y busca renta, mientras que el Estado tiene como función velar por el desarrollo y crecimiento nacional. Conclusión: no se trata de cerrar el CONICET sino de hacerlo eficiente.
Observemos ahora a la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA). Desde su creación es semillero de ideas, proyectos innovadores relevantes en el campo científico y tecnológico, posicionando a la institución dentro de los más altos estándares de la industria nuclear.
Cabe mencionar, que la CNEA es miembro del acotado grupo de países que poseen patente para el enriquecimiento de uranio con fines pacíficos, y da trabajo a profesionales altamente capacitados y a empresas “satélite” que hoy no pertenecen a CNEA en su totalidad, pero que han sido formados dentro de su estructura.
Limitada a funcionar como una agencia de investigación y control de la actividad nuclear, es importante entender el proceso. Una vez finalizada la etapa inicial de un proyecto, el mismo es sistemáticamente apartado del seno de la Comisión para ser entregado a otra agencia de índole privada o mixta, permitiéndole generar recursos económicos y tecnológicos que CNEA nunca verá.
Así, ella se desfinancia debido a su imposibilidad de desarrollo, producción y comercialización y termina siendo considerada por el estado como un gasto y no como una inversión. Así, es vista de manera incompleta como una célula madre en proceso de mitosis, en lugar de ser considerada por su valor potencial de cabeza de un engranaje que en conjunto con las demás empresas de ciencia y tecnología, podrían arbitrar un medio de solución a la problemática energética del país.
En resumen, podríamos asegurar que CNEA es “la madre pobre de proyectos ricos” por una sola decisión que se arrastra desde su creación y que cambiaría con la simple incorporación enunciativa de tres funciones agregadas a su actual misión: desarrollo, producción y comercialización.
Desde el año 2015 se puso énfasis en el desarrollo de energías limpias, seguras y en su caso, renovables que, entre otras cosas nos liberen de la importación de energía tradicional, sucia, costosa. La construcción del nuevo gasoducto es un paliativo pero no la solución.
El hidrógeno verde puede ser un camino, pero por ahora remoto e incierto. Todo lo contrario de lo que significa el Proyecto CAREM 25 que impulsado por la CNEA, tiene por objetivo poner en operación la primera central nuclear de baja y mediana potencia diseñada y construida en Argentina, y perfila al país como uno de los líderes mundiales en este segmento de reactores.
Actualmente, la empresa Techint construye el edificio junto con CONUAR (liner de contención metálico) y la empresa INVAP que provee e instala todos los sistemas del reactor.
La energía nuclear se aplica a otras actividades, como las relacionadas con la medicina nuclear, la agroindustria, la nanotecnología, la energía solar (paneles), actividad espacial, gestión de residuos, minería y, entre otras más, la investigación con aplicaciones pacíficas y un rubro tal vez desconocido para el común de la gente, la alimentación: la irradiación de alimentos es el método que mejora sustancialmente la descontaminación y la prolongación de vida útil de los alimentos mediante exposiciones a radiación gamma, con las que se inhibe la brotación de tubérculos y se evita la propagación de enfermedades producidas por microorganismos.
Este método evita la introducción de sustancias químicas que modifiquen las características de alimentos, sin dejar residuos. Argentina irradia especias que se introducen como aditivos para otros productos como los chacinados, sólo para el mercado local.
Por eso, en estas líneas, nos hemos centrado en un par de focos, el CONICET y la CNEA, dos eslabones en la larga cadena científica-tecnológica, bajo el fin de resaltar la educación y el conocimiento como herramienta necesaria e imprescindible para que Argentina deje de ser un país empobrecido y para remarcan la necesidad de una cohesión institucionalizada del sistema con el fin de establecer un instrumento profesional de consulta, proyección y promoción, para los gobiernos, fortaleciendo el rol del Estado, e integrando el sistema industrial nacional e internacional a través de alianzas que faciliten la inversión.
Así el sector científico-tecnológico recibiría el impulso de los institutos nacionales y sus empresas satélites provinciales o regionales, conforme una mesa asesora para la resolución de problemas regidos por las políticas gubernamentales o por las necesidades empresariales que vayan en línea con estas políticas y para la generación o desarrollo de propuestas de investigación y acción, mientras el sector industrial Privado debe impulsar la acción productiva, bajo la guía, participación y control del Estado, facilitando las inversiones a efecto de dar autosustentabilidad a los institutos participantes. La consecuencia será la creación de fuentes de trabajo y mano de obra calificada.
En definitiva, en las pizarras es fácil tachar ministerios y secretarías, pero en la realidad están nuestros técnicos y científicos esperando que el Estado les dé un norte a su desarrollo personal y al de la sociedad y no un pasaje de salida a Ezeiza.
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