MÁS DE LA IMPRESENTABLE ALOCUCIÓN QUE SE BRINDÓ EN PRIME-TIME SIN VERGÜENZA ALGUNA
En el marco de un país con el 60 por ciento en la pobreza, con una inflación que duplica a la del gobierno anterior y con un salto abrupto de despidos en la industria y la construcción, Javier Milei tuvo su fiesta fantástica con aplaudidores, cánticos y tribunas propias.
Recibido por la «vicepresidente» Victoria Villarruel, el presidente se subió, literalmente, a un banquito disimulado en su estrado para dar su discurso. Afuera, los cinco mil policías del operativo de seguridad se dedicaron a reprimir manifestantes. De la novia del presidente, Fátima Florez, ni noticias.
Se escucharon aplausos cuando atacó a los políticos ricos, «muchos de ustedes», mientras la cámara de la transmisión oficial enfocaba a los jueces de la Corte que permanecieron imperturbables.
El Estado manejo muy mal la situación: «Sin la intervención del Estado, los muertos habrían sido treinta mil» .Y agregó: «Treinta mil muertos de verdad», en un guiño macabro al negacionismo.
Dijo que remontar un retroceso «de cien años» (uno de los tantos números caprichosos que usó y no son ciertos) no podía hacerse de un día para otro. O cuando aludió «apartheid» de políticos ricos contra la mayoría de pobres.
O cuando habló de «degenerados fiscales» que atentan «contra la gente de bien». O cuando consideró que el Inadi fue cerrado por ser «policía del pensamiento».
Un diputado de Unión por la Patria -Mario Manrique, número dos del Smata- se puso de espaldas a Milei durante todo su discurso.
El que no concuerda con las ideas del oficialismo es parte de una “casta corrupta” y la única forma de evitar la confrontación sería que todos se sometan a sus designios.
Desde su construcción autoritaria les planteó a los gobernadores que el 25 de mayo en Córdoba firmen un Pacto de Mayo que tiene el mismo contenido que fue rechazado en la ley ómnibus, desde una reforma laboral antiobrera hasta una reforma previsional contra los jubilados.
Habló de libertad y no aclaró que no es para la gente común, sino libertad económica para las grandes corporaciones y las trasnacionales. O suspender la comida a los comedores populares diciendo que es una medida anticasta o que de esa manera se sabe adónde va la comida.
Hizo una gran denuncia sobre los niveles de pobreza que recibió del gobierno anterior, pero esos niveles aumentaron 15 por ciento en su muy breve gobierno, como nunca antes en tan poco tiempo, a partir de la devaluación del 128 por ciento, con los ingresos congelados, con los aumentos siderales de tarifas y con la desregulación de los precios de los remedios y los alimentos.
ES DE UN CINISMO PATOLÓGICO RASGARSE LAS VESTIDURAS POR LOS POBRES CUANDO SABE QUE LAS MEDIDAS QUE TOMA «PERJUDICA A LOS MÁS POBRES Y BENEFICIA EXCLUSIVAMENTE A LA CASTA DEL PODER ECONÓMICO».-