UNA INSTANTÁNEA DE PATAGONIA HACE SETENTA Y CINCO MILLONES DE AÑOS

No es tan habitual que un hallazgo deje a los investigadores casi sin hipótesis para explicarlo. Algo de esto le ocurrió a un grupo multidisciplinario compuesto por científicos del Conicet en la Fundación Azara, y en los museos Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia” (MACN), Egidio Feruglio y de La Plata. También participaron miembros de las universidades de la República, de Uruguay, y Andrés Bello, de Chile.
Mientras investigaban a unos 30 kilómetros al suroeste de General Roca, en la provincia de Río Negro, descubrieron fauna nueva de unos 75 millones de años de antigüedad, un capítulo evolutivo que no era el que habían ido a buscar.
Pero ademas, se encontraron con un detalle llamativo e inesperado: ese ecosistema estaba ampliamente dominado por tortugas de agua dulce, que conforman el 90% de las muestras recuperadas, algo que no se verificó hasta ahora en ninguna otra parte del planeta.
“Estábamos trabajando en lo que es un proyecto enorme de la National Geographic Society encabezado por Diego Pol sobre el fin de la era de los dinosaurios–cuenta Federico Agnolín, primer autor del trabajo que se publicará en la revista del MACN–. Estábamos buscando nuevos yacimientos de esa época, pero llegamos a éste, unas montañitas que no había explorado nadie, por lo que era probable que encontráramos fósiles.
Nos pusimos a buscar y terminamos dando con una linda fauna, pero que nos parecía medio rara. Hasta que un día decidimos que necesitábamos que viniera un geólogo, alguien que conociera las rocas en profundidad para decirnos dónde estábamos parados”.
El especialista en cuestión fue Silvio Casadio, de la Universidad Andres Bello, en Chile, que tras inspeccionar el terreno les confirmó que estaban en estratos más antiguos de lo que creían, alrededor de una decena de millones de años antes del fin de la era de los dinosaurios.
“Es un momento clave en la historia del planeta, porque en ese momento se registra el óptimo climático de fines del Cretácico –explica Casadio, en una conversación via zoom–. Hizo mucho calor y luego la temperatura cayó bruscamente hasta el impacto del asteroide”.
En esa época, la zona era muy diferente de lo que es hoy y similar a lo que es en la actualidad el sur del Sahara. Estaba formada por enormes dunas de arena, que en algunos períodos del año se inundan, se forman lagos que se interconectan e incluso hay palmeras, destaca el geólogo.
Las enormes araucarias ya habían desaparecido y los “dinos” gigantes se habían extinguido, salvo en el Sur de la Patagonia, donde aparentemente sobrevivieron más. “Los que encontramos nosotros son descendientes de aquellos, pero más chicos –subraya Agnolín–. Llama la atención el tamaño, porque el fémur no alcanza los 80 centímetros, lo que indica que deben haber medido unos siete a diez metros”.
Los fósiles recuperados corresponden a una gran diversidad de organismos asociados con ambientes que hoy ya no vemos en esas latitudes. Entre ellos, restos de numerosos moluscos, incluyendo diferentes tipos de almejas y caracoles terrestres. Un gran número de fósiles corresponde a distintos tipos de dinosaurios, entre los que se identificaron siete individuos de una nueva especie herbívora que bautizaron como Chadititan calvoi.
El primer nombre (Chadititan) significa “Titán de la sal”, debido a que los restos de este animal fueron encontrados a las orillas de lo que hoy es el Salitral Moreno, una extensa planicie salobre. El segundo nombre (calvoi) lo recibió en honor a Jorge Calvo, paleontólogo especialista en dinosaurios patagónicos recientemente fallecido.
“Tenemos varios individuos de esta nueva especie; algunos, más chiquitos, de los que no sabemos si eran pichones o hembras, hay que estudiarlo más en detalle –describe Agnolín–. Otros, un poco más grandes, más incompletos, pero tampoco llegan a ser gigantes. Ninguno superaba los diez metros y eso para un dinosaurio de cuello largo es pequeño”.
Chadititan fue, precisamente, un herbívoro de cuello largo, y pertenece a un grupo muy raro y poco conocido, el de los rinconsaurios. “Tiene algunos caracteres infrecuentes, como un cuello grueso, tórax amplio, piernitas gráciles y cola fuertemente curvada hacia abajo, rasgo muy infrecuente para un ‘dino’ –destaca el paleontólogo–.
Este ‘bicho’ parece que es el que dominaba el ambiente, porque encontramos varios ejemplares. A su vez, descubrimos también carnívoros incompletos: una garra de pie correspondiente a aun abelisaurio, los depredadores más comunes en su tiempo (entre los que se encuentra el Carnotaurus), también de tamaño mediano a chico”.
Todos los rinconsaurios, al igual que Chadititan, vivieron en un lapso relativamente corto que abarcó entre los 80 y 70 millones de años antes del presente, y se extinguieron antes de la caída del meteorito que impactó en la Tierra hace unos 65 millones de años, informa el comunicado del MACN.
“Descubrimos una abundancia increíble de trozos –comenta Agnolín–. Y como eran tan comunes, nos propusimos juntarlos y documentarlos, algo que no se había hecho antes. Nos dimos cuenta de que las tortugas eran alrededor del 90% de los fósiles que reunimos. ¡Miles de ejemplares! Ese es uno de los descubrimientos importantes de este trabajo, no ocurre en ningún otro lugar del mundo.
Es más, en todos los casos eran muy poco diversas. Se trata de una fauna de agua dulce dominada por tortugas, prácticamente sin cocodrilos. Analizamos registros de la misma época de Norteamérica, de Asia, de Europa y ninguna tiene esta composición específica en la que las tortugas son las dominantes. No le encontramos una explicación.
En todas las faunas del mundo las tortugas están, pero en ninguna superan el 50%. Y ademas, son muy diversas: hay terrestres, de agua dulce, con cuernos… Acá son todas iguales, de una misma familia. Es extrañísimo y dura como 10 millones de años”.
Otro dato notable es que se toparon con muchos caracoles de agua dulce, muy raros porque, al ser blandos, no resisten el paso de las eras. “Hay primeros registros de muchos grupos de caracoles –concluye Agnolín–. Esto nos muestra que tenemos al menos 75 millones de años de historia sin contar. Hoy, sus descendientes viven en la Yungas, al norte del país, en las selvas lluviosas, y nosotros los encontramos al Sur”.
En esta nueva fauna se registran seis especies de moluscos. La más sobresaliente es nueva y aún no tiene nombre. Su pariente más cercano se llama Aperostoma inca y se encuentra únicamente en las selvas nubladas del norte argentino, a más de 2000 kilómetros de distancia.
“Estos estudios refuerzan la idea de que las faunas de la Patagonia en aquel entonces eran muy diferentes de las del resto del mundo en la misma época –informa el comunicado del MACN–. Sin embargo, con el tiempo, las lagunas que alojaban esta fauna irían secándose, y la región daría paso a un desierto que hace unos 65 millones de años habría padecido las consecuencias del impacto del célebre meteorito”.
Son coautores del trabajo Matías J. Motta, Jordi Garcia Marsà, Mauro A. Aranciaga-Rolando, Gerardo Álvarez-Herrera, Sebastian Rozadilla, Federico Brissón-Egli, Mauricio A. Cerroni, Karen M. Panzeri, Sergio Bogan, Sergio E. Miquel, Diego Pol y Fernando E. Novas, todos ellos del Museo Argentino de Ciencias Naturales (MACN-CONICET), Juliana Sterli del Museo Paleontológico Egidio Feruglio (MEF – CONICET), Sergio Martínez de la Universidad de la República Facultad de Ciencias (FCIEN – UdelaR) y Leandro M. Pérez del Museo de La Plata (FCNyM, UNLP).