CUATRO DE CADA DIEZ QUE SUFREN UN ACV DESARROLLAN RIGIDEZ MUSCULAR
Nota de opinión de Jose María Oribe (*): La espasticidad es una de las posibles secuelas de un ACV y se caracteriza por tensión y rigidez en determinados músculos, que pueden ocasionar postura anormal -de hombros, brazos, muñecas o dedos-, además de dolor y movimientos espasmódicos repetitivos.
Desde la Sociedad Argentina de Medicina Física y Rehabilitación, que reúne a los médicos fisiatras, destacaron que este cuadro puede afectar seriamente la funcionalidad y la autonomía, pero que existe tratamiento, el cuales importante que se inicie cuanto antes y que la rehabilitación debe abordarse en forma integral por un equipo multidisciplinario.
El abordaje exitoso de un ACV comienza con la inmediata identificación de sus síntomas y el llamado a emergencias. El tiempo hasta su abordaje es determinante como predictor del grado de discapacidad que puede desarrollar la persona. Una vez estabilizado el cuadro, inicia todo un nuevo capítulo que tiene que ver con la rehabilitación a partir de las potenciales secuelas que el ACV haya generado, que varían entre paciente y paciente.
Por eso, en el marco del Día Mundial del ACV, que se conmemora cada 29 de octubre, la Sociedad Argentina de Medicina Física y Rehabilitación (SAMFyR) quiere destacar la necesidad del abordaje oportuno e integral de la rehabilitación tras un ACV y el continuo control y seguimiento de las secuelas.
El primer desafío es prevenir el desarrollo del ACV a través de un estilo de vida saludable y controles médicos, pero -una vez acontecido éste y tratado- muchas veces tiene lugar la rehabilitación, que requiere una participación activa y comprometida del paciente y de su entorno.
La rehabilitación del accidente cerebrovascular es un proceso secuencialmente progresivo, dinámico y orientado a objetivos basado en protocolos que permiten que una persona con secuelas potencialmente discapacitantes alcance un nivel óptimo en el aspecto funcional, físico, cognitivo, emocional, comunicativo y social[4].
Las secuelas de un ACV pueden generar discapacidad temporal o permanente. Entre las complicaciones se destacan las motoras, como pérdida de movimiento muscular o parálisis, dificultades para hablar o tragar, pérdida de la memoria, dificultad para pensar y controlar emociones, dolor y/o entumecimiento en alguna parte del cuerpo afectada, y cambios en la conducta. [5]
Los cuadros pueden ser de leves a graves e ir empeorando si no se inicia a tiempo un tratamiento específico para frenar y revertir su progresión. Sin tratamiento, el 27% de los pacientes desarrolla espasticidad a los 3 meses del ACV y la cifra asciende al 58% al sexto mes[6].
La espasticidad es un fenómeno complejo de expresión clínica extremadamente variable, un proceso dinámico y evolutivo que puede condicionar la funcionalidad y tratamiento del paciente. La recomendación actual de tratamiento temprano persigue evitar su progresión y complicaciones.
“Aquellas personas que hayan atravesado un ACV deben recibir rehabilitación con valoración y seguimiento pautados por un médico fisiatra, quien -junto a un equipo multidisciplinario- evaluarán el grado de rehabilitación que han alcanzado y el acompañamiento en la medida de evitar las complicaciones y secuelas propias.
Esto es determinante y se encuentra estandarizado. Los médicos especialistas en medicina física y rehabilitación buscan sumar acciones para evitar la evolución natural sin intervención en las secuelas de ACV por falta de conocimiento o desatención”, sostuvieron desde SAMFyR.
(*) José María Oribe de y para JM Oribe comunicaciónes