PRESIDENTA EN EJERCICIO VIVADA CON UN CLAMOROSO “VOLVEREMOS”
Nota de opinión de Alberto Asseff (*): Nuestro país es una tierra rara. Grande, pero achicada. Poblada por una pléyade de emprendedores y de buenos trabajadores y profesionales, pero abrumada por una aplastante burocracia más mediocre que gris.
Espaciosa, pero amontonada en 10.000 km2. Con una plataforma marítima anchrurosa, sigue de espaldas al mar. Un biólogo marino es más exótico que un asteroide desorbitado.
Gasta en salud per cápita a la par que Escandinavia, pero la desprotección campea en vastas zonas del país, incluyendo sitios distantes 15 km del Obelisco. Desparrama planes sociales por doquier, pero una puja interna dio ocasión para que salieran a luz ominosos despropósitos como que con esos ingresos se compran dólares a valor oficial.
En medio de este desorden, un chico de 8 años murió aplastado por un camión mientras buscaba comida en el basural de El Volcadero de Paraná ¡Para qué seguir! Patéticas realidades como las expuestas abundan y dejan perplejo. Y con rabia.
Empero el 17 de noviembre en el estadio Único de La Plata tuvimos la oportunidad de editar una rareza excepcional. Exclusiva nuestra. Inexistente en todo el planeta y aún hurgando, cual meticuloso historiador, no será fácil un hallazgo similar: una presidenta en ejercicio – interino – del cargo vivada con un atronador ‘volveremos’ que le dio marco y colectiva vocería a un discurso opositor. Una oradora que todo el estadio vio cómo llegaba en el helicóptero presidencial, una nave oficial destinada a usos de Estado.
«Regresaremos a la alegría’, en explícita alusión contrastante con la taciturna realidad que hoy padecemos con el gobierno que la ‘estrella’ del acto dirige en los hechos.
¿Habrá logrado la señora pingüina adoptiva el milagro político de manejar el 70% de las grandes cajas estatales y fungir como opositora? ¿Cuánta gente cree en esta transfiguración en la que coexisten dos personajes contradictorios? Dos personas en una. Un dueto político.
Lo cierto es que este estudiado esfuerzo de transmutación permaneciendo – se va, pero se queda; está, pero se fue -, no deja de ser otra acechanza que se le presenta al Cambio.
Lo explica la confesa intención – explicitada por madre e hijo – de que “el verdadero y único cambio somos nosotros”. Se sabe: la confusión es un escenario que necesitan quienes están animados por fines maliciosos. En la confusión pescan mejor, sobre todo incautos y desencantados.
Igual que con la corrupción: la óptima manera de acotarla en su monstruosidad moral es ‘embolsándolos a todos’. Todos son corruptos es el modo e naturalizar el saqueo y de obtener la impunidad. O, como mínimo, atenuar la condena social.
Si todos los políticos son iguales no caben distinciones. Nadie es mejor. De ahí a la resignación, la apatía, la indiferencia, el ‘da lo mismo’ y la emigración, sólo hay pequeños y pocos pasos.
Creo que hay que desnudar con celeridad y contundencia este artificio, esta superchería de la coexistencia de roles. El frente es de todos ellos y todos son responsables por esta decadencia a honduras cada vez más oscuras e inimaginables.
A los aparatos que movilizaron gente al Estadio Único hay que contraponerle un programa de rehabilitación moral y material de la Argentina que sea motivante, apueste fuerte al futuro y cohesione a las huestes del cambio que son mayoritarias.
Al embuste de actuar cual oficialista y opositora simultáneamente hay que ponerlo al descubierto como el burdo ardid que es.
(*) Alberto Asseff – Diputado nacional (JxC)