UN NUEVO FÓSIL EN ARGENTINA OBLIGA A REESCRIBIR LA EVOLUCIÓN DE LOS DINOSAURIOS

Tiene 231 millones de años y rasgos “futuristas” que desconciertan a los científicos. El hallazgo de Anteavis crurilongus, reescribe lo que creíamos saber sobre la evolución temprana de estos animales. En el corazón árido del noroeste argentino, un equipo de paleontólogos ha sacado a la luz un fósil que podría alterar profundamente nuestra comprensión sobre los orígenes de los dinosaurios. Anteavis crurilongus, un pequeño depredador del Triásico Superior, cuya antigüedad se remonta a hace 231 millones de años. apenas medía un metro veinte y pesaba menos de diez kilos, pero su importancia científica es colosal: sus características físicas no encajan con lo que la ciencia había definido como “esperado” para su época.
Descubierto en la Formación Ischigualasto, una de las regiones fósiles más importantes del mundo, Anteavis no solo es uno de los dinosaurios más antiguos hallados hasta la fecha, sino que además presenta una combinación desconcertante de rasgos primitivos y sorprendentemente avanzados. Algunas de sus estructuras óseas, como ciertas adaptaciones en sus patas y cráneo, solo habían sido vistas en dinosaurios mucho más modernos. Esto plantea una pregunta fascinante: ¿evolucionaron ciertos rasgos clave de los dinosaurios mucho antes de lo que pensábamos?
El estudio, publicado en la revista Nature Ecology & Evolution, ha sido dirigido por un equipo internacional de investigadores de Argentina y el Reino Unido. Aunque los restos fueron desenterrados hace más de una década, solo ahora, tras un meticuloso trabajo de análisis, se ha comprendido su verdadero significado. Lo que parecía ser otro pequeño terópodo se ha convertido en una pieza clave para reconstruir el puzzle evolutivo de los dinosaurios.
Un mundo en plena transformación
Anteavis crurilongus vivió durante el Carniense, una etapa geológica marcada por profundos cambios climáticos. Apenas un par de millones de años antes, el planeta había atravesado un evento de lluvias intensas conocido como el episodio pluvial del Carniense (EPC), que transformó ecosistemas enteros. El paisaje que habitó Anteavis era una sabana seca y cálida, muy distinta del ambiente pantanoso en el que vivieron los primeros anfibios gigantes o reptiles primitivos.
Este cambio de clima abrió la puerta a nuevas oportunidades ecológicas, permitiendo a los dinosaurios ocupar nichos que antes estaban dominados por otros reptiles. Lo que los paleontólogos descubrieron en Ischigualasto es que, en ese momento crucial, la diversidad de dinosaurios era mayor de lo que se había asumido. Junto a pequeños herbívoros de menos de 30 kilos y depredadores medianos como Anteavis, comenzaron a coexistir formas más complejas que eventualmente darían origen a linajes mucho más grandes y exitosos.
La gran incógnita, sin embargo, sigue siendo por qué hay un vacío en el registro fósil justo después. Durante unos 15 millones de años, la presencia de dinosaurios en esta región parece diluirse. Y luego, en el período Noriense, regresan, pero esta vez con especies mucho más grandes y dominantes. Lo que sugiere el estudio es que este patrón puede estar relacionado con nuevos cambios climáticos, lo que abriría la puerta a una reinterpretación de la evolución de los dinosaurios como una sucesión de explosiones y retrocesos, modulados por el entorno y no necesariamente por una progresión lineal.
Un fósil clave para entender la historia evolutiva
Uno de los aspectos más sorprendentes de Anteavis es que, a pesar de su antigüedad, muestra rasgos anatómicos que solo se habían observado en dinosaurios más evolucionados, los llamados neoterópodos. Pero este dinosaurio no pertenece a ese grupo, lo que indica que ciertos desarrollos evolutivos pudieron haber aparecido antes, de forma aislada, y luego haberse perdido o modificado en otras líneas evolutivas.
En concreto, su fémur y su tibia revelan un patrón de elongación de las extremidades que sugiere una locomoción ágil y rápida, lo que podría haberle dado ventaja en la caza. A pesar de ser un carnívoro de tamaño reducido, no era una presa fácil. Todo indica que fue un cazador oportunista, especializado en animales más pequeños, y que formaba parte de una fauna aún en plena experimentación evolutiva.
Es como si Anteavis representara un ensayo temprano de lo que, millones de años más tarde, serían los grandes depredadores del Jurásico, como Allosaurus o incluso Tyrannosaurus rex. Pero lo hace desde una época tan remota que su mera existencia obliga a replantear muchas teorías previas sobre cuándo y cómo evolucionaron ciertos rasgos clave de los dinosaurios carnívoros.
Argentina, tierra de dinosaurios pioneros
La Formación Ischigualasto, también conocida como el «Valle de la Luna», no es nueva en cuanto a descubrimientos paleontológicos de alto impacto. Ya en el siglo XX se habían encontrado allí algunos de los dinosaurios más antiguos conocidos, como Eoraptor o Herrerasaurus. Pero el hallazgo de Anteavis agrega un nuevo capítulo a esa historia, y lo hace introduciendo un elemento de sorpresa.
Por un lado, confirma que América del Sur, y en particular la actual Argentina, fue uno de los principales centros de origen y diversificación de los dinosaurios. Por otro, demuestra que los primeros pasos de estos animales fueron más complejos y variados de lo que se pensaba. No fue un único linaje que fue ganando complejidad con el tiempo, sino más bien una serie de caminos evolutivos paralelos, algunos de los cuales quedaron truncos, mientras que otros se desarrollaron hasta dominar el planeta durante más de 160 millones de años.
Además, el estudio sugiere que estos procesos estuvieron fuertemente influenciados por el clima. Lejos de ser una evolución constante, la historia de los dinosaurios puede haber sido una respuesta a las crisis y oportunidades que ofrecía un planeta en cambio permanente. En ese contexto, este nuevo dinosaurio se presenta como un testimonio fósil de una época de experimentación biológica, donde los rasgos evolucionaban, desaparecían o volvían a surgir millones de años después.
Este hallazgo no es solo otro fósil en la larga lista de descubrimientos paleontológicos. Es un fósil que cuestiona certezas, desafía cronologías y obliga a mirar el pasado con nuevos ojos. Lo que revela no es tanto una nueva especie, sino una nueva forma de entender cómo evolucionaron los primeros dinosaurios, en un mundo que cambiaba a un ritmo vertiginoso.
Y aunque el registro fósil sigue siendo incompleto, piezas como esta permiten reconstruir, aunque sea parcialmente, ese momento crucial en la historia de la vida en la Tierra. Una época en la que los dinosaurios aún eran criaturas pequeñas y discretas, pero que ya portaban en sus huesos las claves de un futuro colosal. (MUY INTERESANTE)