INVESTIGADOR DEL CONICET ESTUDIA LA GENETICA POBLACIONAL DEL ÁGUILA CORONADA

ES PARA SU CONSERVACIÓN. El águila coronada, también conocida como águila del Chaco, es una especie de ave rapaz que habita diversos ambientes del sur de Sudamérica. Con un peso de 3.5 kilogramos y 1,80 metros con sus alas extendidas, es una de las aves voladoras de mayor tamaño entre las que se pueden observar en Argentina.
Actualmente se encuentra categorizada en peligro de extinción por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), el organismo y autoridad internacional que categoriza a cada especie del planeta según su estado de conservación. En el caso del águila coronada, la UICN estima que su población global se ubica entre 800 y 2500 individuos adultos para toda su área de distribución, lo que, sumado a su elevada mortalidad y amenazas, la posiciona en esta categoría crítica de conservación.
En este contexto, un investigador del CONICET, junto con colegas de España, obtuvieron muestras de ADN de forma no invasiva de esta especie de águila para monitorear poblaciones reproductoras que ayudarían a su conservación.
José Hernán Sarasola, investigador principal del CONICET en el Instituto de Ciencias de la Tierra y Ambientales de La Pampa (INCITAP, CONICET-UNLPam) y coautor del artículo publicado en la revista internacional Global Ecology and Conservation junto con investigadores de la Estación Biológica de Doñana y del Museo de Ciencias Naturales del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) de España, indica que “el águila coronada presenta una productividad naturalmente baja, ya que solo pone un huevo por cada intento reproductor.
Aunque existía un amplio acuerdo entre naturalistas y ornitólogos en cuanto al reducido tamaño de la puesta, también se había planteado la hipótesis, no comprobada hasta ahora, de que las águilas no se reproducían todos los años, sino que lo hacían cada dos o más años como ocurre también con otras especies de grandes águilas. En estas especies, esta estrategia de reproducción se ve forzada porque sus jóvenes águilas permanecen bajo la atención de sus padres durante más de un año luego de abandonar el nido natal, impidiéndoles así reproducirse nuevamente en la siguiente temporada».
En este caso, tras años de seguimiento de nidos, los especialistas que también integran el Centro para el Estudio y Conservación de las Aves Rapaces en Argentina (CECARA) de la UNLPam, observaron lo mismo que aquellos naturalistas habían planteado, la teoría sobre la reproducción alternada: las águilas no se observaban en los nidos todos los años, sino que a veces pasaba un año o, incluso más, hasta que volvían a utilizarlos. Por otra parte, en las contadas ocasiones en que un mismo nido era utilizado durante dos años consecutivos, y al no contar con las aves marcadas, tampoco se podía confirmar que se tratara de la misma pareja reproductora que había intentado reproducirse allí el año anterior.
Hábitat y rol dentro del ecosistema
Habita en ambientes abiertos y semiáridos del sur de Sudamérica, desde bosques, arbustales y pastizales. La distribución actual de la especie incluye las regiones del centro-sur de Brasil, Paraguay, Bolivia y Argentina, siendo el norte de la Patagonia su límite más austral de su distribución. El Gran Chaco Americano, compartido entre estos cuatro países, es el bioma más representativo de su distribución y de allí también su nombre de “águila del Chaco”. Se la considera localmente extinta en Uruguay, donde no se han registrado individuos desde 1930.
Siendo el ave rapaz de mayor tamaño en esta extensa región, tiene a su vez un rol ecológico fundamental como predador tope y clave en la regulación de las poblaciones de sus presas. Su alimento incluye especies silvestres, como armadillos y mamíferos pequeños, pero sobre todo culebras y serpientes, en algunos casos venenosas, como cascabel, yarará o coral.
Monitoreo de ADN no invasivo
«Cada año las aves realizan un recambio de sus plumas de las distintas partes del cuerpo, en lo que se denomina la ‘muda’ de sus plumas. En el caso de las aves adultas, y por la demanda de energía que requiere el proceso, suelen hacerlo al final de la reproducción. Estas plumas que caen en cercanía de los nidos guardan en su interior restos de sangre y, por lo tanto, de ADN.
Así colectándolas en el terreno, particularmente aquellas de las alas y cola que son más grandes y proveen mayor material genético, y realizando la extracción y el análisis del ADN, en lo que se denomina genotipado, es posible identificar inequívocamente a cada uno de los individuos que conformaban las parejas reproductoras en los nidos», explica Sarasola.
De esta manera, aún sin haberlas capturado y marcado previamente con anillos, como es técnica común en las aves, o más recientemente con otro tipo de dispositivos electrónicos, ahora se pueden identificar a cada uno de los individuos de la población en base a la colecta no invasiva de sus plumas sobre el final de la temporada reproductiva, para luego establecer la composición de la pareja a partir de los análisis genéticos y técnicas moleculares en el laboratorio.
El investigador comenta que con esta herramienta pudieron dilucidar cómo es en realidad la estrategia reproductiva de las águilas coronadas. Descubrieron que, aunque pueden no utilizar el mismo nido, sí son capaces de reproducirse todos los años. Además, gracias a este monitoreo genético no invasivo, observaron una alta frecuencia de desplazamientos de las parejas entre intentos de reproducción sucesivos, lo que las lleva a veces a ubicar su nuevo nido a decenas de kilómetros del nido utilizado el año precedente.
En el caso de los especialistas, contaban solo con la información en el campo y sin la posibilidad de marcar e identificar a las aves, con lo cual solían asignar estos nidos a parejas reproductoras distintas y nuevas cada año. Sin embargo, los análisis genéticos a partir de las plumas colectadas indicaron que se trataba de las mismas parejas que se desplazaban decenas de kilómetros entre una temporada y otra, comprobándolo luego también con los análisis genéticos de los pichones, que resultaron ser hermanos entre sí habiendo nacido en nidos tan distantes.
Planes de conservación
Para una especie en estado crítico de conservación y con una demografía tan peculiar, que además alcanzan la madurez luego de los 4 a 5 años y donde la mayoría de ellas no llega a sobrevivir hasta esa edad, el comprobar que es capaz de reproducirse todos los años es muy significativo. Entre otros aspectos, esto permitirá evaluar con mayor precisión las probabilidades demográficas y de persistencia en el tiempo de las poblaciones silvestres.
«El comprobar que las águilas realizan desplazamientos y cambios entre territorios reproductivos cada año, nos plantea nuevos desafíos para su estudio y monitoreo, necesitando incrementar la logística y el trabajo de campo para identificar y localizar sus nidos. Finalmente, esta herramienta nos permitirá estimar parámetros poblacionales, como la supervivencia y la mortalidad de los individuos que, de otra manera, hubiesen requerido la captura y el marcaje previo de cada uno de los individuos», detalla el experto.
Además, cabe destacar que menos de un 30% de las águilas juveniles llegan a la edad adulta debido a la altísima mortalidad que representa la acción del hombre. Tal vez el factor más importante y con un alcance global a toda su área de distribución en Argentina, es la muerte por electrocución en tendidos eléctricos.
«Solo en la provincia de La Pampa ya son más de una docena las águilas coronadas electrocutadas registradas durante los últimos años. Estas muertes son evitables si las líneas eléctricas se construyen, o modifican, utilizando diseños y materiales que eviten la electrocución aviar. Sin lugar a dudas, lograr este cambio hacia la utilización de infraestructuras sustentables y respetuosas con la biodiversidad por parte del sector eléctrico, es uno de los mayores desafíos que enfrenta la conservación de esta especie amenazada», concluye Sarasola.









