ASÍ INTENTARON LOS MASONES ASESINAR A DON BOSCO
Es muy conocido el odio de la masonería contra San Juan Bosco, fundador de la Familia Salesiana, pero no tanto los intentos registrados de asesinarlo. En un artículo publicado el 1 de junio de 1980, el Bollettino Salesiano, publicación oficial de la Familia Salesiana, compartió el relato de dos intentos de asesinato ordenados por la masonería contra Don Bosco, bajo el título “Propósito: quitar de en medio a nuestro Don Bosco”.
Ese artículo conmemoraba los casi 100 años de los intentos de asesinatos coordinados por los masones contra el fundador de los salesianos, que también se encuentran en las “Memorias biográficas” de Don Bosco.
A fines de junio de 1880, señala la publicación, un exalumno de Don Bosco, Alessandro Dasso, “se presentó en la portería” pidiendo hablar con el santo sacerdote. “Sus ojos estaban angustiados”, recordó la publicación. Indicó que “Don Bosco lo recibió con su amabilidad habitual”, pero ante la “creciente agitación” del joven, el fundador de la Familia Salesiana le dijo: “¿Qué quieres de mí? ¡Habla! Tú sabes que Don Bosco te quiere”.
Ante estas palabras, Alessandro Dasso “cayó de rodillas, rompió en llanto y sollozos” y le reveló la verdad.
“El joven mismo estaba adscrito a la masonería; la secta había condenado a muerte a Don Bosco; doce hombres habían sido sorteados; doce individuos debían triunfar con esa orden, para ejecutar la sentencia”, se lee en el Bollettino Salesiano.
Dasso le dijo a Don Bosco que “me tocó a mí ser el primero, ¡solo yo! ¡Y vine por esto! Nunca haré tal acción. Cargaré sobre mí la venganza de los otros; revelar el secreto es mi muerte, estoy perdido, lo sé. ¡Pero matar a Don Bosco, nunca!”.
Tras confesar cuál era su misión, el joven tiró al piso el arma que escondía. A pesar de los intentos de Don Bosco por consolarlo, el joven salió velozmente de la casa. El 23 de junio, Dasso trató de suicidarse arrojándose al río Po, pero fue rescatado a tiempo por unos policías.
Tiempo después, Don Bosco lo ayudó a escapar de Italia, y vivió escondido “hasta el final de sus días”, señala la publicación salesiana. Meses después, en diciembre de 1880, “un joven de unos veinticinco años visitó a Don Bosco”.
Los ojos del joven le dieron al santo sacerdote “muy poca confianza”, mostrando un brillo “siniestro”. El joven, relató el Bollettino Salesiano, se expresaba como “un hombre exaltado”. Mientras hablaba, “un pequeño revólver de seis tiros se deslizó de su bolsillo al sofá”.
“Don Bosco, sin que él se diera cuenta, colocó hábilmente su mano sobre él y lentamente se lo metió en el bolsillo”. El joven luego buscaría sin éxito el arma en su bolsillo, mostrando un gesto de asombro.
Don Bosco, muy calmado, le preguntó: “¿Qué busca, señor?”. El joven le respondió confundido: “Tenía algo aquí en el bolsillo… quién sabe cómo… Pero, ¿adónde fue?».
“Don Bosco, acercándose rápidamente a la puerta y llevando su mano izquierda a la manija para estar listo para abrirla, le apuntó con su arma y sin enfadarse dijo: ‘Esta es la herramienta que estabas buscando, ¿no es así?’. Al ver esto, el sinvergüenza quedó atónito”.
El Bollettino Salesiano narró que el joven “quiso apoderarse de su revólver. Pero Don Bosco le dijo enérgicamente: ‘¡Vamos, sal de aquí enseguida! ¡Y Dios le tenga misericordia!’”.
“Entonces abrió la puerta y dijo a algunos de los que estaban en la antesala que acompañaran al caballero a la portería. El asesino vaciló; pero Don Bosco respondió: ‘¡Fuera y no vuelva!’”, y el joven que deseaba acabar con su vida se tuvo que marchar, junto a otros compañeros suyos que lo esperaban afuera en un coche.