ASOMBRO EN EL VATICANO, EL CUERPO INCORRUPTO DE JUAN XXIII
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El 3 de junio de 2001, 38 años después de su muerte, el cuerpo del “Papa Bueno” fue sacado de las catacumbas de la Basílica de San Pedro, en una urna de bronce y cristal y llevado ante una multitud en la Plaza vaticana. Pero la ovación se transformó en grito -”¡Milagro, Santo!”- cuando todos vieron que Juan XXIII estaba intacto, inmune ante la fiereza de la muerte.-
La urna, con el cuerpo del papa Juan XXIII dentro, fue colocada en un arnés con ruedas e impulsada por dieciséis empleados vaticanos; atravesó el Arco de las Campanas y la Plaza de San Pedro en medio de un silencio impresionante, que se rompió de pronto con aplausos, primero, y con gritos después: “¡Santo! ¡Milagro!” gritaban aquellas voces; sus dueños se persignaban, o caían de rodillas ante las columnas que Miguel Ángel imaginó como un gran abrazo de la Iglesia a la Humanidad.
Juan XXIII estaba intacto, entero, inmune a la fiereza de la muerte. Iba vestido con la habitual sotana blanca de los pontífices y la muceta papal de terciopelo rojo, bordada de armiño. La muceta es esa especie de capa que llega hasta los codos, con botones en la parte delantera y con la que el viento juega a menudo.
También lucía el “camauro” el gorro de terciopelo rojo, también orillado con armiño, que a Juan XXIII le gustaba usar, aunque desde hacía muchos años los Papas ya no usaban. Iba calzado con unos zapatos de raso rojo, con una cruz recamada, símbolo de las sandalias del pescador de almas que había calzado San Pedro.
La cara de Su Santidad había sido cubierta con una mascarilla de cera a modo de protección, que le daba a la figura cierto aire poco natural, realzaba su pronunciada nariz aguileña y en cierta forma le daba un aspecto más real, más vivo a aquel cuerpo muerto en 1958. (INFOBAE)