ESTE DÍA DEL PADRE EL REGALO ES UN ABRAZO… «LA PLATA NO ALCANZA»

Algunos vecinos, por ejemplo, son del team «billeteras y termos para el mate». Una chica contó que gastó 45 «lucas» por el termo y 15 mil pesos por la billetera; y tachó la tarea de la lista por si acaso antes suben los precios. Otros se organizaron con anticipación y se la jugaron con regalos más caros, desde celulares hasta camperas y calzado. Salieron por el viejo, por el papá de los hijos y el abuelo. Combo familiar.
Una mamá relató la logística propia de un operativo especial: “Nos anticipamos, salimos un poco antes. Compramos un celular para el viejo; ropa para el papá de mi nene y para el abuelo”. Otra mujer compró ropa de abrigo para los tres hombres de la casa: «Mis tres yernos».
Mientras que otras personas apuradas por el frío eligieron zapatillas y camperas “porque están accesibles”. Precio orientativo: una campera “normalita” ronda los $150 mil, según deslizaron mientras buscaban talle.
Cuando el regalo se piensa con tiempo, el bolsillo duele menos. Pero a muchos la fecha los agarró sobre el fin de semana y no van a comprar nada. «No hay plata, no alcanza», expresó una señora. Otro joven acotó: «No lo tengo pensado…veremos ese día».
Digamos que la fecha, aunque especial, no generó un tour de compras por los comercios de la ciudad. Varios transeúntes ocasionales confesaron que este año no habrá obsequio, ya sea porque “no hay plata”, porque el sueldo no llegó a tiempo o porque papá ya no está.
El silencio que sigue a la frase “mi viejo falleció, no voy a comprar nada…estoy media tristona”, pesa más que cualquier ticket de caja. También apareció el recuerdo incómodo de un vecino que confesó al pasar: “Mi papá me abandonó cuando tenía 5 años y ya no lo vi más… chau”. Nada más que decir. El Día del Padre mueve emociones y no siempre son felices.
¿Y los precios? Entre “caros, pero se puede” y una “misión imposible”. Cuando preguntamos por el termómetro inflacionario, las respuestas oscilaron entre «todo bien, no me pareció caro» y «la plata no alcanza».
En cualquier caso, con o sin regalo, se espera que el plan del domingo contemple el ritual parrillero de un «asadito en casa» o la incógnita de los improvisados que no pensaron nada todavía. Eso sí, hará frío, de modo que el fuego de una parrilla o el abrazo de la familia prometen más abrigo que la campera nueva.
En conclusión, el Dïa del Padre confronta dos realidades, una con más peso que la otra: el regalo planificado de los que pueden y quieren; con los que este año dicen «yo paso». Al final, más allá de la billetera (la que se compra y la que se abre), el regalo estrella sigue siendo el mismo: un rato juntos, una comida rica y ese “gracias, pa” que no tiene precio. Otros enviarán un beso al cielo o recordarán a su ser querido con el alma. (lmneuquen)