LOS DINOSAURIOS NO ESTABAN DESAPARECIENDO ANTES DEL ASTEROIDE SEGÚN NUEVO ESTUDIO

Durante décadas, la imagen predominante ha sido clara: cuando el asteroide impactó contra la Tierra hace 66 millones de años, los dinosaurios ya estaban viviendo sus últimos días. Se asumía que su diversidad se reducía, sus poblaciones menguaban y su extinción era inminente.
Sin embargo, una nueva investigación publicada en Current Biology por un equipo internacional liderado por científicos del University College London (UCL) está revolucionando esa narrativa. Lejos de hallarse en declive, los dinosaurios podrían haber estado prosperando… hasta que el cielo literalmente se les vino encima.
La idea de que los dinosaurios estaban disminuyendo antes del impacto del asteroide proviene, en gran medida, del registro fósil. Al analizar los restos de estos gigantes del Mesozoico, los científicos observaban una disminución en el número de fósiles datados en los últimos millones de años del Cretácico. La interpretación parecía evidente: menos fósiles, menos dinosaurios, menos diversidad.
Pero este nuevo estudio, titulado “The structure of the end-Cretaceous dinosaur fossil record in North America”, introduce un enfoque metodológico radicalmente distinto. En lugar de simplemente contar fósiles, los autores aplicaron modelos de ocupación, una técnica estadística desarrollada en ecología para estimar la presencia de especies en función de su detección. Esta herramienta permite distinguir entre la verdadera ausencia de un organismo y la imposibilidad de detectarlo debido a condiciones adversas.
Utilizando esta metodología, el equipo analizó cerca de 8.000 registros fósiles distribuidos en América del Norte y correspondientes a cuatro de los grupos más representativos de dinosaurios del final del Cretácico: los hadrosáuridos (los «dinosaurios de pico de pato»), los ceratópsidos (como el icónico Triceratops), los anquilosáuridos (acorazados y con colas en forma de maza) y los tiranosáuridos (sí, incluido Tyrannosaurus rex).
Un mundo cambiante… y traicionero para los fósiles
La gran revelación del estudio no tiene tanto que ver con los dinosaurios como con las rocas que los conservan. El aparente descenso en diversidad no se corresponde con una menor ocupación del territorio por parte de estas especies, sino con una reducción significativa en la probabilidad de encontrar sus restos fósiles.
El problema es geológico. Durante los últimos millones de años del Cretácico, grandes cambios como la retirada del mar interior que dividía América del Norte y la elevación progresiva de las Montañas Rocosas redujeron las zonas donde podían depositarse y preservarse restos fósiles. La tierra emergida en ese período, además, tiende a estar hoy cubierta de vegetación o estructuras humanas, dificultando el acceso a formaciones rocosas clave.
Así, lo que parecía una disminución de dinosaurios es, en realidad, una disminución de las condiciones adecuadas para conservar sus huesos. El registro fósil se convierte en un espejo deformado, donde la falta de pruebas no implica la ausencia de vida, sino la imposibilidad de detectarla.
Según los modelos del estudio, no hay evidencia real de que estos cuatro grupos estuvieran desapareciendo. De hecho, su presencia en el territorio se mantuvo estable en el tiempo, y su diversidad no parece haber sufrido grandes alteraciones hasta el momento fatídico del impacto del asteroide.
Un dato revelador es que los ceratópsidos, particularmente adaptados a las llanuras, aparecen con mayor frecuencia en los registros más recientes. Esto se debe a que esas regiones fueron más propensas a conservar fósiles durante la etapa final del Cretácico. Por el contrario, los hadrosáuridos, que frecuentaban zonas fluviales, parecen haber disminuido, pero esto podría deberse simplemente a una menor conservación de restos en hábitats ribereños, que sufrieron grandes transformaciones geológicas.
¿Una historia que necesita reescribirse?
Este nuevo enfoque no solo cambia lo que sabemos sobre el final de los dinosaurios, sino también cómo lo sabemos. La paleontología, como disciplina, ha dependido durante siglos del registro fósil como única ventana al pasado profundo. Pero este estudio demuestra que esa ventana está sesgada, empañada por los caprichos de la geología, el clima y la erosión.
Hasta ahora, muchos trabajos habían asumido que la escasez de fósiles significaba menor diversidad biológica. Pero aplicar modelos como los de ocupación permite separar las limitaciones del registro de los verdaderos patrones biológicos. Y eso tiene consecuencias enormes: si los dinosaurios no estaban en declive, su extinción fue aún más repentina y catastrófica de lo que pensábamos.
¿Y si no hubiera caído el asteroide?
La hipótesis que se deriva de este trabajo es tan provocadora como fascinante. Si los dinosaurios estaban presentes en amplias zonas del continente, si su diversidad era estable y su riesgo de extinción bajo, entonces la catástrofe cósmica del impacto del asteroide fue el único factor determinante de su desaparición. De no haberse producido, es posible que los dinosaurios siguieran dominando la Tierra.
No es solo un juego de «qué hubiera pasado si…». Esta perspectiva plantea que la historia de la vida en la Tierra está más determinada por eventos aleatorios e imprevisibles que por procesos de declive interno. La extinción de los dinosaurios no fue consecuencia de su decadencia, sino de un golpe de azar cósmico.
Esta investigación no se limita a los dinosaurios. También es una llamada de atención sobre cómo interpretamos el pasado. Nos recuerda que el archivo fósil es incompleto y sesgado, y que la Historia Natural está escrita con tinta invisible, legible solo mediante técnicas cada vez más sofisticadas.
Los autores del estudio no descartan que algunas especies estuvieran en declive o que existieran variaciones regionales en la diversidad. Pero lo que sí han puesto sobre la mesa es la necesidad de tener más cuidado al interpretar los vacíos del registro fósil como silencios de la evolución.
Este hallazgo, en el fondo, es una invitación a replantear la narrativa del final de una era. Los dinosaurios no eran gigantes tambaleantes hacia la extinción, sino seres vivos plenamente adaptados a su mundo. Un mundo que se acabó no por agotamiento, sino por una explosión que nadie vio venir. (Muy Interesante)