PRIVILEGIOS LEGISLATIVOS, SOCIALMENTE FLAGELANTES Y ESCANDALOSOS
Nota de opinión de Roberto Fermín Bertossi (*): Otro escandaloso incremento en las dietas legislativas, reveló la vigencia plena de nuestra harto privilegiada casta legislativa vernácula, agigantando su déficit de membresía con más yugo social y decepción ciudadana. Más de la mitad de los argentinos no pueden alimentarse con todas sus comidas nutritivas indispensables, ni tienen agua potable, baños ni cloacas y todo eso, con nuestros maestros o médicos rurales en las calles luchando por apenas menos del 10 por ciento de este último furibundo “Dietaso infame” para una rotunda infraproductividad legislativa, cuando simultánea y cruelmente se incrementa el número de los “habitantes de la calle”
Naturalmente se entiende por qué está rancia casta ineficaz, ineficiente o testimonial, es la misma que con todo cinismo ya está pensando y ocupándose de las próximas PASO o de las generales del 27′ … todo un elogio del asco, la repugnancia y el hambre cívico propios del desamparo social de esta democracia de baja intensidad y decreciente catadura moral.
Atónitamente, después de cuatro décadas, personalmente, con nepotismos o testaferros, siguen estando intergeneracionalmente casi los mismos “representantes del pueblo” que, ya abandonaron a nuestros jubilados y a la primera infancia, etc., con las secuelas tan nefastas e irreversibles que ello fatalmente implica para un digno y regular desarrollo humano, absolutamente imprescindible.
Por caso, hoy mismo cada argentino necesita más de tres salarios mínimos vitales (SMV) para acceder a solo una canasta básica; y cinco SMV si se alquila para vivir, porque con esta procusta baja de la inflación y consecuente alta recesión, el peso no vale nada y la recuperación del poder adquisitivo luce más a utopía que a esperanza, al menos con en esta desaprensiva e indolente praxis macroeconómica.
Estos holgazanes legisladores socialmente insolidarios, que no viven cómo ni dónde sus representados, adicional y gratuitamente disponen a su antojo de cuerpos de asesores rentados, de comidas refinadas, de costosa peluquería, de cariñosas secretarias, de vuelos y gastos de representación… pero siempre ¡todo a cargo nuestro en términos de vapuleada sociedad civil, más empobrecida e indigente que nunca.
La pobreza, la indigencia, los sin techo ni trabajo, lógicamente no encuentran modo de entender nada ante todo eso, y muchos de nosotros agradecemos hasta la sorpresa que aún se mantengan en paz. Por todo ello y por mucho menos, ¿cuántos de estos legisladores podrían ganar en el llano la mitad de esta millonada de pesos en sus bolsillos y todo sin horarios ni productividad, a punto tal que hasta gratis serían caros?
Como concepción, fundamento y horizonte de un gobierno republicano, el fin último del orden constitucional y del poder legislativo pretendía ser la salvaguardia de derechos y libertades de los ciudadanos, esto es del “bien común” como fin y límite del Estado. Sin embargo, con esta membresía legislativa en bancarrota, cada desigualdad, conforma el camino empedrado de falsas promesas electorales según cada “mentís” institucionalizado, lo cual canalla e injustamente, depositó a la mayoría de los argentinos en sus propias e indelegables ascuas actuales.
Entonces, si la crítica es el momento de debilidad de las cosas, la membresía legislativa parece no tolerar ni admitir, su propia trama de fragilidad. Es del todo necesario recrear cultura legislativa ante el hartazgo de voces, palabras y figuras políticas que respiran inadvertidamente su fractura esencial, su origen sospechado y el ocaso de su casta; una casta al margen de la ley, de la ética, de la sobriedad, de la empatía y corresponsabilidad social.
Cabalmente, después de cuatro décadas en democracia, como ciudadanos estamos obligados, perentoriamente, a exigir la regeneración salutífera de toda membresía político-legislativa para, finalmente, transparentar, defender, consolidar y encarnar, fraternalmente, libertades, deberes, derechos y garantías constitucionales y así, desprendernos definitivamente de tan cruel oxímoron como sentirnos forasteros en nuestra propia casa.
(*) Roberto Fermín Bertossi – Investigador universitario – Premio Adepa-Faca, 1990`