EL ACV Y LA IMPORTANCIA DE SU IDENTIFICACIÓN TEMPRANA
Nota de opinión de Pablo Oribe (*): Cada año se producen 12,2 millones de ACV en todo el mundo, causando unas 6,5 millones de muertes y dejando a muchos más con discapacidad neurológica permanente. Se estima que 100 millones de personas viven con secuelas tras haber atravesado un ACV, representando una enorme carga personal, familiar, laboral y de costos en salud.
El Accidente o ataque cerebrovascular (ACV): una patología de gran impacto debido a que es la segunda causa de muerte a nivel global y la primera causa de discapacidad en adultos.
Por año, se estiman 12,2 millones de incidentes de ACV y 6,5 millones de muertes por esta causa. Además, según esa misma fuente, entre 1990 y 2019 la incidencia de nuevos casos de ACV aumentó en un 70%, la prevalencia en un 85%, y la mortalidad por ACV un 43%, debido principalmente al envejecimiento de la población.
Según datos de la Organización Mundial de ACV, se estima que 100 millones de personas en el mundo viven con secuelas como consecuencia de haber padecido un ACV en algún momento.
El ACV es una enfermedad tiempo-dependiente, que requiere de una atención inmediata y coordinada entre el sistema prehospitalario, de urgencia, el sistema hospitalario y todos los eslabones intermedios de esa cadena, por lo que todas las partes involucradas deben trabajar en forma articulada para que el paciente reciba el tratamiento adecuado en forma oportuna.
Además, es importante que la atención se realice en un centro de salud preparado para atender pacientes con ACV. Desde el inicio de los síntomas, el paciente cuenta con 4,5 horas para recibir un tratamiento que le permita superar el episodio y evitar las secuelas -muchas veces permanentes- o incluso la muerte.
La Organización Mundial de ACV estableció cuáles son las intervenciones que se deben garantizar por parte de los servicios de salud durante el proceso de atención del paciente que atraviesa un ACV, desde el inicio de los síntomas hasta su alta. No obstante, el impacto final en la salud de los pacientes dependerá en gran parte de que los servicios de salud adhieran o adopten estas intervenciones.
Contar con protocolos y políticas públicas específicas para el tratamiento del ACV permite articular y ordenar a los servicios de salud, lo que redunda en una mejora de tiempos y de adecuada atención. Esto permite coordinar de forma más eficiente a los sistemas de salud públicos y privados y ganar tiempo para que los pacientes puedan recibir la atención adecuada dentro de esas 4,5 horas de ventana.
El abordaje del ACV debe ser lo más rápido posible, por eso el tiempo juega un papel fundamental, cada minuto cuenta. Para ello, es importante contar con protocolos preparados que permitan restablecer la circulación sanguínea en el cerebro cuanto antes. Por cada minuto de evolución de un ACV se pierden 1,9 millones de neuronas y en total sólo tenemos 130 millones de neuronas
Relevancia de contar con servicios preparados para la atención del ACV, para que los pacientes puedan recibir tratamiento adecuado en el menor tiempo posible. La implementación de protocolos estandarizados es clave porque permiten reducir los tiempos hasta que el paciente recibe tratamiento y esto es fundamental porque el ACV es una enfermedad tiempo-dependiente. Esto permite, en consecuencia, reducir la mortalidad y la discapacidad.
Es importante crear conciencia sobre la enorme carga que significa esta enfermedad para las comunidades. Los ACV se pueden prevenir y tratar cuando se producen. Además, los casos que sobreviven con secuelas se pueden rehabilitar y recuperar para una adecuada reinserción en la sociedad. A su vez, detalló que “los principales factores que explican más del 90% del riesgo de una población de sufrir un ACV son tratables.
Una parte fundamental para lograr el tratamiento adecuado y oportuno involucra a los pacientes y a la sociedad en su conjunto. Reconocer los síntomas de un posible ACV, ya sea en uno mismo o en otra persona, y actuar inmediatamente es clave para lograr la atención lo antes posible.
El ACV es una afección que se presenta de manera súbita y que provoca la pérdida de una función neurológica. La mayoría de estos se manifiestan con tres signos fácilmente identificables: asimetría en la cara (conocida como “cara chueca”), dificultad para hablar (lenguaje ininteligible) y debilidad en un lado del cuerpo (caída de un brazo al intentar levantar la mano).
La presencia de uno solo de estos signos de aparición repentina puede indicar una alta probabilidad de estar sufriendo un ACV. En tal caso, es crucial que el paciente sea evaluado de inmediato en un centro de salud preparado, donde debe hacerse el diagnóstico y el tratamiento lo más rápidamente posible.
(*) Pablo Oribe de y para JM Comunicaciónes