OCHO DE MARZO: DIA INTERNACIONAL DE LA MUJER
Nota de opinión de Carolina Biscayart (*): Hoy en un nuevo 8 de marzo, día de la mujer trabajadora, queremos destacar la inmensa tarea que las mujeres realizan día a día a pesar de las desventajas que aún sostiene la sociedad y que, más allá de las luchas constantes que éstas llevan a cabo, aún queda un largo camino y muchos derechos por conquistar.
Se estableció como el Día Internacional de la Mujer para conmemorar a las 146 mujeres trabajadoras de una fábrica textil de Nueva York, que murieron calcinadas a partir de un incendio provocado para romper con la huelga que llevaban adelante en protesta por las condiciones de trabajo y bajos salarios.
También es fiesta nacional en muchos países, cuando las mujeres de todos los continentes, a menudo separadas por fronteras nacionales y diferencias étnicas, lingüísticas, culturales, económicas y políticas, se unen para celebrar y reflexionar sobre menos de noventa años de lucha por la igualdad, la justicia, la paz y el desarrollo.
El día Internacional de la Mujer Trabajadora se refiere a las mujeres corrientes como artífices de la historia y hunde sus raíces en la lucha plurisecular de la mujer por participar en la sociedad en pie de igualdad con el hombre.
No es casual que la idea de un Día Internacional de la Mujer surgió al final del siglo XIX, que fue, en el mundo industrializado, un período de expansión y turbulencia, crecimiento fulgurante de la población e ideologías radicales. Ideologías que están creciendo y tomando representatividad política en gobiernos republicanos de América y Europa.
Con el correr del tiempo las organizaciones de mujeres y disidencias, fueron tomando fuerza para visibilizar violencias e inequidades. Desde el tipo de jornada laboral y la responsabilidad de las tareas domésticas y de cuidado que desde una matriz cultural patriarcal se menosprecia, y es dejada a manos únicamente de las mujeres.
Esta división desigual del trabajo tiene lugar a expensas del aprendizaje de las mujeres y las niñas, y de sus posibilidades de obtener un trabajo remunerado, decidir sobre su cuerpo, disfrutar del tiempo libre, no tener que estar día a día venciendo el obstáculo del prejuicio y la descalificación.
A partir de hace algunos años, también, el 8 de marzo significa traer a un primer plano las distintas violencias hacia la mujer, que van desde violencia obstétrica, doméstica, institucional, verbal, física, simbólica, oculta, hasta el femicidio.
En el Día Internacional de la Mujer, debemos comprometernos como sociedad, como lo vienen haciendo diversos colectivos de mujeres; a trabajar para superar los prejuicios arraigados, apoyar la participación y promover la igualdad de géneros.
Este día, ampliamos, visibilizamos y conmemoramos las luchas de las mujeres por igualdad en el trato, el acceso al trabajo, la remuneración y condiciones de trabajo dignas y el reconocimiento como sujetos de derecho. No se trata de un reconocimiento a las mujeres por ser mujeres. Es la memoria de todas las luchas que nos preceden para acceder a nuestros derechos.
Derechos que no fueron dados simplemente, sino que se conquistaron, que hoy están garantizados a través de la legislación y de políticas públicas y requieren del constante trabajo y organización colectiva para su cumplimiento y aplicación.
Cuestión en la que también falta mucho, es necesario estar detrás de las instituciones y de las personas para que se cumpla una ley o se respete una legislación, porque quienes las aplican siguen operando bajo una matriz patriarcal.
Del mismo modo es que deben garantizar el control de su cumplimiento. Ni con las leyes sobre la mesa las mujeres pueden estar hoy tranquilas de su cumplimiento, y de eso sobran datos y expedientes judiciales. Están en la letra pero no en los hechos. Se necesita una sociedad que en su conjunto sostenga, avale esas leyes y exija su cumplimiento.
La fuerza de trabajo que representan las mujeres a nivel mundial está invisibilizada, atravesada por la tracción que genera las reglas del trabajo y la responsabilidad de las tareas domésticas y de cuidado, vedando muchas veces la posibilidad de la participación y militancia sindical, social y política. Es necesario romper con ese patrón cultural e incluir a las mujeres desde la legislación laboral y la práctica diaria.
Las generaciones más jóvenes encuentran garantizado el voto femenino, el acceso a la educación, la salud sexual, la interrupción voluntaria del embarazo, entre algunos derechos, en un marco amplio de legislación, producto del debate, el reclamo, la organización y la lucha permanente de las mujeres que nos antecedieron.
También es un día para honrar aquellas luchas que sostienen las luchas de hoy, así como nuestro accionar como sociedad dará marco al contexto futuro y a la lucha que las niñas de hoy deberán afrontar en el futuro. Es renovar el compromiso con una voluntad que se expande en el tiempo y las fronteras. Hoy las mujeres se encuentran frente a nuevos desafíos, nuevos retos en tanto son mujeres que se reconocen Trabajadoras y se organizan de manera colectiva y solidaria.
Una educación consciente, participativa, respetuosa de la diversidad social, cultural, étnica, de autopercepción, etaria y de condición física, que cuestione y desarme estereotipos, que revierta prácticas discriminatorias, tanto en el ámbito público como privado, es uno de los sostenes para dar continuidad a las luchas por la igualdad de géneros y oportunidades.
Queremos en este día valorar la presencia y el trabajo de cada mujer en nuestra comunidad universitaria y renovar el compromiso de que la institución estará a la altura de las circunstancias de estas luchas, apoyándolas y sabiendo que son parte de lo que como institución buscamos: un mundo mejor, más solidario, empático y justo.
(*) Carolina Biscayart – Vicedecana del CRUB