LO QUE MELISSA NOS ENSEÑA SOBRE EL CLIMA QUE VIENE

Nota de opinión de Enzo Campetella (*): Hay tormentas que se quedan en los mapas… y otras que se te quedan grabadas. Melissa es una de esas. Durante días, el Atlántico se preparó en silencio. La temperatura del mar, más cálida de lo normal, fue el combustible perfecto. En cuestión de horas, esa calma aparente se transformó en un monstruo de viento y agua.
Un huracán fuera de libreto
Lo interesante (y preocupante) no fue solo su fuerza, sino cómo se desarrolló. Melissa apareció en una zona que, hasta hace algunos años, no era típica para huracanes de esta magnitud. Es una señal más de un Atlántico que se calienta, de un sistema climático que está cambiando sus propias reglas.
Recientemente hice una entrevista con el medio argentino LaNación+ para explicar más sobre Melissa y por qué esto es tan crucial para entender mejor las temporadas de huracanes. Podés verla acá: https://bit.ly/4qLKt7p
El dato de la semana
La temperatura superficial del Atlántico Norte alcanzó este octubre su valor más alto desde que existen registros satelitales. Eso explica por qué Melissa no fue una tormenta más. El hemisferio norte se oscurece.
En los últimos meses, los satélites han detectado algo tan sutil como inquietante: el hemisferio norte refleja cada vez menos luz solar hacia el espacio. Es decir, la Tierra está reteniendo más energía de la que libera. Detrás de ese cambio hay una combinación de factores, menos hielo, océanos más cálidos y nubes diferentes a las de hace unas décadas, que alteran el equilibrio energético global.
Y cuando ese equilibrio se rompe, la atmósfera empieza a responder con más extremos: lluvias torrenciales donde antes llovía poco, sequías prolongadas donde antes había estaciones marcadas. Este “oscurecimiento” no es solo una curiosidad científica, sino una advertencia silenciosa del planeta. La atmósfera nos está mostrando que los sistemas naturales están cambiando de fase, y que la energía que no se refleja, se acumula.
En meteorología, eso se traduce en mayor inestabilidad, más energía disponible para tormentas y un océano que ya no actúa como regulador, sino como amplificador. Entender estas señales es esencial para anticipar lo que viene y adaptarnos a un clima que, literalmente, está dejando entrar más luz de la que puede devolver.
Exxon y la sombra del negacionismo climático
Mientras la ciencia intenta entender estas señales, nuevos documentos revelan que ExxonMobil financió durante décadas campañas de desinformación destinadas a sembrar dudas sobre el cambio climático, incluso después de que sus propios científicos confirmaran sus efectos.
La compañía no solo sabía lo que estaba ocurriendo, sino que modelaba con precisión el calentamiento global desde los años 70. Sin embargo, eligió invertir millones en frenar la acción política y confundir a la opinión pública.
Este tipo de estrategias no solo retrasaron la transición energética, sino que condicionaron la percepción social del riesgo. Hoy, cuando las consecuencias ya son visibles, esas décadas de negación se sienten como una deuda con el tiempo. Una deuda que no se paga con dinero, sino con adaptación, resiliencia y verdad científica.
Más allá del pronóstico…
El clima no solo cambia afuera: también nos invita a cambiar adentro. Cada fenómeno extremo nos recuerda que la naturaleza no está en guerra con nosotros; simplemente está respondiendo. La atmósfera no tiene ideología ni intereses: solo busca equilibrio.
Cuando aprendemos a mirar el cielo con atención, sin miedo, pero con respeto, empezamos a entender que anticipar el tiempo atmosférico no es solo cuestión de modelos o satélites, sino de conciencia. Porque lo que ocurra allá arriba dependerá, cada vez más, de las decisiones que tomemos acá abajo.-
(*) Enzo Campetella es meteorólogo de prestigio, rionegrino y colaborador y consultor de varios medios nacionales. Enzo asesora empresas agropecuarias, medios de comunicación, centros de ski e industrias desde hace más de 25 años.









